“La alegría de anunciar el Evangelio” es
el lema de este año para el Día del Seminario; está en clara consonancia con la
primera exhortación apostólica del Papa Francisco. Me han sugerido que escriba
alguna reflexión acerca de este día, y he decidido hacerlo desde el principio
de la exhortación que el Papa dirige a todos los fieles cristianos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAURWn33tfMMiz9oQ9JnEXWVneuRJzk6P4ywt5-Mz5r96tqPJVP-0dH8rOjVcXtsFefqI6EU41u1mucApsUcVBoy2C9MbYvAG5wpTqWbDRXNRsDIEnvF1uT7Aypi48Tk2PApbebyGvz3g/s1600/Pacheco.jpg)
Optar por ser sacerdote no es de las decisiones más populares
en nuestro tiempo. Puede incluso que alguno piense que los que nos preparamos
al ministerio sacerdotal no tenemos nada mejor que hacer. Creo que nadie da la
vida por nada, y los que nos preparamos en el Seminario nos jugamos mucho en
esta decisión, porque ser sacerdote no es un trabajo de 8 horas al día; el
sacerdote lo es 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año.
¿De dónde nace la decisión de ser Sacerdote? Los que estamos
en el Seminario nos hemos encontrado con Jesús, cada uno de una manera diferente,
en unas circunstancias distintas. Es de ahí de donde viene la alegría, ese ha
sido el principio de todo. En ese encuentro hemos recibido una llamada al
ministerio sacerdotal.
A partir de ahí, lo que podían parecer “obstáculos” se
convierten en caminos para la esperanza. Estamos llamados a vivir esa alegría
de anunciar el Evangelio. ¿Cómo no transmitirla a los demás? Nosotros, los
seminaristas, intentamos hacerlo desde nuestra vida en el Seminario y después
como sacerdotes.
Pediros dos cosas para este día del Seminario. En primer
lugar, que transmitáis esa alegría de anunciar el Evangelio; y en segundo
lugar, que recéis por nosotros. Muchas gracias de antemano.
Domingo, Seminarista de Cuarto
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