domingo, 9 de marzo de 2014

Testimonio de Domingo


“La alegría de anunciar el Evangelio” es el lema de este año para el Día del Seminario; está en clara consonancia con la primera exhortación apostólica del Papa Francisco. Me han sugerido que escriba alguna reflexión acerca de este día, y he decidido hacerlo desde el principio de la exhortación que el Papa dirige a todos los fieles cristianos.

El Papa comienza la exhortación con estas palabras: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (n.1). ¿Qué es un seminarista sino una persona que ha descubierto en su corazón esta alegría del Evangelio?


Optar por ser sacerdote no es de las decisiones más populares en nuestro tiempo. Puede incluso que alguno piense que los que nos preparamos al ministerio sacerdotal no tenemos nada mejor que hacer. Creo que nadie da la vida por nada, y los que nos preparamos en el Seminario nos jugamos mucho en esta decisión, porque ser sacerdote no es un trabajo de 8 horas al día; el sacerdote lo es 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año.

¿De dónde nace la decisión de ser Sacerdote? Los que estamos en el Seminario nos hemos encontrado con Jesús, cada uno de una manera diferente, en unas circunstancias distintas. Es de ahí de donde viene la alegría, ese ha sido el principio de todo. En ese encuentro hemos recibido una llamada al ministerio sacerdotal.

A partir de ahí, lo que podían parecer “obstáculos” se convierten en caminos para la esperanza. Estamos llamados a vivir esa alegría de anunciar el Evangelio. ¿Cómo no transmitirla a los demás? Nosotros, los seminaristas, intentamos hacerlo desde nuestra vida en el Seminario y después como sacerdotes.

Pediros dos cosas para este día del Seminario. En primer lugar, que transmitáis esa alegría de anunciar el Evangelio; y en segundo lugar, que recéis por nosotros. Muchas gracias de antemano.

Domingo, Seminarista de Cuarto

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